viernes, 9 de marzo de 2012

MEMORIAS DE ERASE UNA VEZ UNA ENFERMERA

Y a todos nos duele


MARZO 18 DE 1982
Nuestro trabajo con quemados es extenuante, aunque  para mí ha sido una vivencia muy enriquecedora, me siento diferente, como si hubiera descendido al abismo del dolor, me he parado  de frente al dolor físico y he mirado también el dolor emocional del otro, me han invitado a conocer otro rostro del ser humano y yo he entrado…
Le han dado salida a él, un chico de 20 años, , jovial, alegre, optimista, colaborador, tiene un ojo perdido, se quemo cuando sus compinches lo tiraron debajo de las cuerdas del telesférico que sube al santuario de Monserrate en Bogotá, lo hicieron en venganza porque los había engañado en la repartición de los objetos robados,, pues su ocupación por decirlo así es ser ladrón, aunque a mí me dijo que vende lotería, parece tan ingenuo, se la nota que ha carecido de afecto, aunque a través de nuestro trato  cotidiano se le siente menos resentido, en qué medida esta experiencia tan humana lo habrá cambiado? Lástima que acá  no hagamos  seguimientos.  
 MARZO  22 DE 1982
 Día de trabajo lleno de satisfacciones,, todo lo compensa al destapar los vendajes de María, quien hace 8 días fue  injertada, éstos prendieron casi totalmente en un 75%, y como era segundo intento de injerto, se le veía ansiosa, al igual que la primera vez se  habían tomado capas cutáneas superiores de su muslo derecho, eran de la epidermis y de la dermis, se habían extendido en su área descubierta, limpia, desnuda de su brazo derecho, se había luego cubierto con un vendaje estéril por 7 días, pero esta vez sí, si prendieron, dijo él, nuestro cirujano plástico, entonces todo el cuarto se lleno de alegría, María volvió a sonreír , llena de esperanza, yo estaba eufórica, el rostro del médico jefe de piso mostraba una expresión de optimismo y el cirujano plástico mostraba una sonrisa triunfante.
De este galeno les contare que es un hombre maduro de unos 50 años, cabellos semicanos, piel tersa, ojos pardos, robusto, de mediana estatura, pero lo que más impacta de su personalidad es su serenidad, su equilibrio, su tranquilidad, es como un mar profundo en calma, es cordial, humano, viene una mañana a la semana y dedica su tiempo a la valoración de los quemados, los injerta, dona droga, todo sin cobrarle un centavo a al institución, siempre viste impecable en traje de paño y siempre esta sonriente, añadiéndose a éstas cualidades el trato especial con el personal de enfermería a todo nivel, pues me dice  que él ha entendido que enfermería es el personal clave en el tratamiento del paciente quemado y yo estoy totalmente de acuerdo.
Es casi la una de la tarde y como seguimos insistiendo en el traslado a una unidad especializada de la paciente quemada que está muy infectada,  hoy la  enviamos para valoración a otro hospital que cuenta con un servicio de sépticas aislado, cuando de repente vemos aparecer una camilla bajita con un cuerpo delgado de bulto y del  cual asoma una  cabeza rapada, de rostro pálido y delgado, es ella, no la recibieron, viene acompañada del camillero que viene con un tapabocas de  color verde, se le ve cansado, fastidiado, dice que ni siquiera la miraron, ni tampoco la valoraron, a pesar de que si había camas en el pabellón de infectados, pero al parecer temen que se les contamine su servicio, solo leyeron la remisión. Pobre mujer, cuánto camino mas tendrás que recorrer?  Tu brazo se esta muriendo, acá solo somos espectadores de tu miseria, den tu sufrimiento, de tu valentía, pobrecilla eres tan indefensa y a la vez tan potencialmente peligrosa como fuente de contaminación, cómo terminaras? Nadie lo sabe, solo Dios, pero seguimos con tus curaciones y administrando los medicamentos ordenados.

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