viernes, 24 de febrero de 2012

MEMORIAS DE ERASE UNA VEZ UNA ENFERMERA

La piel es tan importante....


MARZO 6 DE 1982
Solo puedo decir gracias a Dios estoy viva, mi piel es aún joven, tersa y maravillosamente sana….
Bueno hoy he tenido turno de 12 horas, es fin de semana, he ido a almorzar con las auxiliares de quemados y 2 jóvenes estudiantes de medicina. A dos cuadras del hospital se encuentra el parque principal, muy concurrido los domingos, hay muchos puestos ambulantes donde venden ropa usada, dulces, cosméticos, hay puestos de comida donde venden arepas, empanadas, morcilla, se percibe un olor a aceite quemado; hemos escogido para ir a almorzar un restaurante llamado Hawai 5-0, es un sitio con 4 cuartos pequeños que sirven de comedor, es un lugar sin ventilación y mal iluminado, con bombillas de color amarillo que permanecen prendidas durante el día, las condiciones de aseo son deficientes, un radio transistor deja escuchar música de carrilera, nos hemos ubicado en el comedor del fondo a esperar nuestro almuerzo, cuando de repente oímos gritos de  angustia, de miedo , de dolor, el mesero que nos estaba atendiendo corre apresuradamente hacia la puerta de donde provienen los gritos, como a dos metros de nuestra mesa, abre la puerta y entonces vemos llamas, muchas llamas, llamas furiosas que se tornan gigantes y amenazantes por momentos, son anaranjadas, chispean, más gritos llenos de angustia, platos que caen, gente que corre, caos, no  hay sitio por donde salir – se está incendiando esto, me quemare igual que mis pacientes- pienso, luego sale por esa puerta hacia un corredor del frente una figura envuelta en llamas, más gritos, más angustia, “que le boten agua” “que una cobija” “ que no”, es una señora de la cocina que imprudentemente prendió una cerilla, su delantal estaba empapado en gasolina, pero en medio de su angustia, ella se acordó que dentro de la cocina había  una caneca enorme con cocinol, por eso  corrió a abrir la puerta, pero no podía hacerlo debido a las  llamas y sus compañeras que estaban dentro estaban aterro rizadas por el fuego.
Corremos hacia donde está la mujer en llamas, hay que tirarla al piso, uno de los muchachos auxiliares le hace zancarilla y  la mujer en llamas cae, se le rasgan sus ropas, se hace girar su cuerpo, empieza a controlarse el fuego, ella esta casi desnuda, quemaduras de I y II grado en sus manos, muslos y parte del tronco.
Me asomo a la cocina y entonces veo sus condiciones: es estrecha, oscura, sin ventilación, repleta de ollas, y e veo el inmenso galón de color anaranjado lleno de cocinol en un rincón, entonces siento que si bien gasto 3 de mis horas laborales diarias haciendo curaciones, debería salir a gritar, a suplicar, a gemir, a enseñar que por Dios no cocinen ni con gasolina ni con cocinol y estaría haciendo una mejor labor de la que hago ahora,
Regresamos con ella al hospital, llevamos una paciente más para atender, estamos pálidos, sudorosos, silenciosos, solo se escucha nuestra respiración agitada.

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